Nos abandonaba Milan Kundera esta semana, todos nos hemos sentido fascinados por su obra en algún momento de nuestras vidas. Cada uno tendrá su título favorito y el motivo del surco que le causara en su espíritu. Sin duda, La insoportable levedad del ser es uno de los que más hondo consiguen producirlo. Una de sus frases más recogidas en las noticias sobre su fallecimiento aparece en él y dice: Todas las cosas y personas aparecen disfrazadas.
Y es verdad, pero hay quien hace del disfraz y el cambio de escena casi un modo de vida. Podría insistir un poquito más, los diálogos casi podrían perder la propia coherencia de un mismo personaje. Leo nuevamente la frase, no consigo quitármela de la cabeza al pensar en quien presidirá la Junta de Extremadura. Ya conocemos su escenario para la toma de posesión del cargo, el Museo Nacional de Arte Romano, el mismo que utilizó José Antonio Monago.
Ayer escuchábamos su discurso en el debate de investidura y rehén de un pacto concebido en Madrid, impuesto y repleto de cesiones, tan solo veo al trasluz a VOX, la metáfora completa en el sillón y su voto en el Senado representando a Extremadura, ¿qué reparo en cederlo si es votar lo mismo?
Pienso en nosotras.
Hay una frase de Mencken para referirse al cinismo que dice que un cínico es un hombre que cuando huele las flores, busca un ataúd alrededor. Yo prefiero la definición que aparece en el Diccionario de la lengua española, desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables.
Durante estos últimos tiempos la mentira ha sido un asunto de los grandes debates, de tertulias e inclusos tratados de la nueva política. Trump impuso un nuevo estilo, la verdad era eso, la mentira descarnada y sin complejos, y sonaba a verdad. Qué mayor autenticidad que mentir sin complejos, pensarán. Yo solo veo al trasluz los chorros de tinte negro sobre la cara de R. Giuliani ante la denuncia de fraude electoral en la derrota de Trump. Ahora resuenan los mismos cánticos en nuestro país.
Por más que la repiten, por más que la leo, por más que pasen los años, la verdad y la política solo puedo vincularla a las palabras de Antonio Machado y a ese timbre inconfundible de la verdad humana. Sé que dicen que las comparaciones siempre son odiosas o incluso exacerbadas, pero sé cómo es ese regusto a verdad, a ejemplo, a honestidad sincera, sé cuando lo sientes en su acción y su palabra. Sé cuando estoy ante la realidad de la vida, en su naturalidad, en su desnudez. Sé que es Guillermo Fernández Vara.
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